El castillo de Matsumoto y el templo Zenkoji de Nagano

Matsumoto se encuentra a los pies de los Alpes japoneses, y cuenta con el castillo más antiguo de Japón, pues conserva aún su estructura original. También es una ciudad famosa por sus baños termales.  La ciudad de Nagano es la capital de la prefectura del mismo nombre, famosa por el templo Zenkoji, que cada año atrae a miles de visitantes de todas partes de Japón.

Castillo. Matsumoto. Julio 2015


En el último tramo del viaje en autobús desde Hirayu a Matsumoto, estuve "hablando" con una chica joven sentada a mi lado utilizando el teléfono móvil. Es decir, nos escribíamos en nuestros móviles y nos los dábamos a leer. Algo divertido. La razón fue porque, aunque parecía saber inglés, al menos leerlo y escribirlo, apenas lo hablaba, o le dio vergüenza intentarlo. Todo empezó cuando le pregunté la hora a la que llegaríamos a Matsumoto, y tuve que hacer gestos con el reloj para que me entendiera, y me respondió unos minutos después con un texto en su teléfono móvil. Ayaka, que así se llamaba, vivía en una localidad cercana a Tokio, así que le dije que le avisaría cuando llegara allí, y nos despedimos al llegar a la estación de autobuses de Matsumoto. Viajaba con otra amiga por vacaciones, como tantos y tantos otros japoneses durante esos días, lo que me complicaba aún más poder encontrar un hostal barato en esas fechas. 


El castillo de Matsumoto


No había preparado nada sobre Matsumoto, y únicamente conocía que tenía un famoso castillo, así que fui directamente hacia allí con las mochilas encima, preguntando un par de veces cómo llegar. Ni siquiera había decidido lo que hacer después, si buscar un hostal y quedarme a dormir allí, o seguir hasta Nagano, a una hora de distancia en tren, y sobre la que tampoco me había informado en demasía. Me había descolocado el cambio de planes en Kamikochi debido al mal tiempo, que además era común también en estas dos ciudades y el resto de Japón. No sabía lo que hacer, y me sentía algo perdido. 

No obstante, aparqué todo ese mal rollo para disfrutar de un castillo que me sorprendió para bien nada más verlo. Tuve la suerte de que había un grupo de guías voluntarios que lo enseñaban para practicar inglés. La entrada al mismo me costó 610 yenes, más otros 100 por dejar la mochila grande a resguardo.   

El castillo de Matsumoto fue construido en el año 1593. Es el más antiguo de todo Japón, pues al contrario que los otros que ya había visitado, reconstruidos incluso varias veces tras diversos fuegos, éste conserva su estructura original. Tiene seis plantas, y desde la última se pueden divisar la ciudad y las montañas que la rodean. Es, junto al castillo blanco de Himeji y al castillo negro de Kumamoto, uno de los tres mejores de todo Japón. El interior está muy bien preparado para conocer cómo vivían los samuráis en aquella época. Contiene varias armaduras antiguas, y un casco del que se dice que fue la inspiración de George Lucas para crear el de Darth Vader.

Antes de entrar me fotografié con un samurái que estaba dentro del recinto. Pero, de repente, una extraña rabia se apoderó de mí, le robé la katana, y le ataqué sin atisbo alguno de misericordia. Afortunadamente, ¡era un samurái!, por lo que no tuvo problema alguno para detener mi golpe. Y además no me cobró nada por la foto, lo que me hizo recordar los cinco euros que tuve que soltar a cierto soldado romano en los alrededores del Coliseo de Roma cuando aún era joven e inocente, y que sirvió de chiste a mis amigos el resto del día.

Castillo. Matsumoto. Julio 2015

Combate con una samurái. Castillo. Matsumoto. Julio 2015

Vistas de la ciudad y las montañas desde la última planta del castillo. Matsumoto. Julio 2015


Al salir del castillo de Matsumoto, me senté fuera de un supermercado donde había comprado algo para comer, y coincidí con una de las guías con la que había estado hablando anteriormente. Al menos no comí solo ese día, incluso le conté cómo me sentía. Si lo pienso ahora semanas después, nuevamente fue como aparecer justo lo que necesitaba en ese momento, compañía.

Fui a dar una vuelta por las principales calles de Matsumoto, que estaban prácticamente al lado de donde me encontraba, sin aún decidir lo que haría. Una de ellas, Nawate, es la más antigua de la ciudad. Pavimentada con piedras y con pequeños comercios a los lados, parece conservar aún el ambiente antiguo de aquellos días. Lo curioso fue encontrar varias fuentes en el centro de Matsumoto, con agua procedente directamente de las montañas. La ciudad es famosa por sus aguas, éstas y las de los baños termales que existen en los alrededores.  

Paseando por allí me llegó, por fin, la inspiración o la fuerza para decidir, con acierto o error, no quedarme en la ciudad y seguir hasta Nagano. Así que seguí hasta la estación de ferrocarriles, donde volví a encontrarme por casualidad con Ayaka y su amiga. No habían podido tomar el tren hasta Tokio por un fallo en la línea, por lo que tenían que desplazarse primero hasta Nagano, y desde allí hasta la capital del país. No obstante, no pudimos viajar juntos porque ellas lo hacían en el tren de alta velocidad y yo en el local, aunque volver a verlas y reírnos mientras intentábamos comunicarnos con los teléfonos fue un soplo de aire fresco en aquel día nublado. 

El billete del tren me costó 1.160 yenes, y fue un viaje tranquilo, durante el que pegué alguna cabezada que otra, como muchos de los viajeros sentados en el mismo vagón, en lo que parece ser un deporte nacional en Japón. También aproveché para leer algo de información sobre Nagano, pues me hice con un pequeño folleto en la oficina de información turística de la estación de Matsumoto


Nagano y el templo Zenkoji


Al llegar a la estación ferroviaria de Nagano, busqué nuevamente la oficina de información turística, no sólo para conseguir más datos sobre la ciudad, sino también sobre posibles visitas a los alrededores. Resultó que había un autobús directo hacia kamikochi por 2.900, pero el día 18 entraba oficialmente la temporada alta, y el precio subiría hasta los 3.400 yenes. Pedí la contraseña de la wifi de la oficina para buscar un hostal donde alojarme, y me dieron un código para catorce días, que funcionaba también en otras ciudades del país. 

El hostal que encontré, muy cerca de la estación, se llamaba Moritomizu Backpacker, y el precio fue de 2.800 yenes la noche en habitación compartida de ocho camas. Por suerte, mi habitación estaba dividida en dos zonas de cuatro camas cada una, y en la mía no hubo nadie más la primera noche, por lo que tuve un buen descanso, además de que la cama era muy cómoda. Lo único que no me gustó fue el hecho de que desde las 10:30 de la mañana hasta las 16:00 de la tarde, horas de check-out y check-in respectivamente, ningún cliente podía estar dentro del lugar. Al preguntar la razón, el recepcionista me contestó directamente que si no estaba de acuerdo podría buscar otro hostal. La excusa era que aprovechaban esas horas para limpiar, pero nunca vi algo igual, ni lo he visto después, más si tienes reservadas varias noches en el mismo sitio. Aparte de aquella bordería, todos los recepcionistas fueron muy amables y simpáticos. 

Di una vuelta rápida por los alrededores de la estación y la arcada Gondo, que es donde hay más ambiente en Nagano, porque no vi apenas nadie si me alejaba algo más. Después compré comida para preparar la cena en un supermercado situado al lado del hostal. La cocina del mismo estaba llena, por lo que tuve que esperar para usarla. Acabé cenando y charlando con un francés grandullón muy majo que ya se iba a Tokio al día siguiente. Compartíamos los mismos pensamientos sobre muchas facetas de la vida. 

Al día siguiente pregunté en recepción sobre las posibles opciones de trekking que había en las montañas cercanas a la ciudad, pero llovía, y los pronósticos seguían siendo malos en toda la zona. No quería seguir con la incertidumbre sobre dónde ir, por lo que reservé una noche más y estuve tranquilo aquel día. 

A pesar de la lluvia, salí a ver la ciudad y el famoso templo Zenkoji, con 1.400 años de historia. El hondo o sala principal se considera una obra maestra de la arquitectura budista, y fue designado tesoro nacional. La estatua sagrada del templo fue donada por el rey de Corea al emperador nipón en el año 552, aunque nunca se mostró al público. Incluso durante la gran ceremonia Gokaicho, que se lleva a cabo una vez cada siete años, sólo se expone la única copia existente. La entrada es gratuita, excepto para pasar a la sala principal, en la que había que pagar 500 yenes, pero no entré.

Para llegar hasta el templo, hay que caminar por una estrecha calle con pequeños comercios a los lados. Debido a la lluvia y a llevar la capucha del chubasquero puesta, me había desorientado, por lo que entré por una puerta distinta a la principal, y recorrí esa calle para volver a la estación. Entre medias volví a pasear por la arcada Gondo, pero al igual que la tarde anterior, apenas encontré gente allí, ni al alejarme más para seguir viendo la ciudad. Nagano me pareció un lugar sin vida, más con el agua cayendo de un cielo gris nublado.  

Templo Zenkoji. Nagano. Julio 2015

Templo Zenkoji. Nagano. Julio 2015

Nagano. Julio 2015

Lo que sí encontré paseando fue un lugar con "internet-café-sleep-shower", todo en uno. En las fotos vi un pequeño escritorio con ordenador, donde o bien el asiento era reclinable, o había una colchoneta en el suelo para dormir allí. Realmente curioso, tanto que pensé en probar alguno una de las noches. 

Entre tanto, estuve varias horas sentado en un Starbucks disfrutando de un café mocha frío, haciendo tiempo durante las horas en las que no podía estar dentro del hostal, y aprovechando para escribir notas en el blog. 

Al levantarme al día siguiente, el tiempo seguía igual, sin opciones de ir a ningún lado a hacer una ruta, ni en Nagano ni en los alrededores. Además, el hostal estaba completo para la siguiente noche, lleno de corredores que participarían en un maratón organizado para el día siguiente, domingo. Comprobé el tiempo en Kamikochi y también era malo. Sin muchas más opciones, y a sólo treinta minutos de la salida del autobús que iba directo a Kamikochi, recogí todo, preparé la mochila, fui hasta la estación y compré el billete hacia la montaña por los 3.400 yenes que comenté anteriormente. Me sobraron diez minutos. La salida era las 8:15 de la mañana, y llegaría a Kamikochi a las 11:00, en un autobús lleno de japoneses equipados con ropas y zapatillas de montaña. Una vez allí, ya vería lo que haría, porque nuevamente, viajaba sin planes ni alojamiento reservado.    

En resumen, tanto Matsumoto como Nagano son ciudades cuyos principales atractivos se pueden ver, conjuntamente, en un sólo día, una buena opción si se dispone del JR Pass y poco tiempo. Matsumoto, una ciudad más acogedora y pequeña, es famosa por sus baños termales, por lo que representa una buena alternativa para pasar la noche si se reserva algo económico con antelación. De hecho, su castillo es lo único que realmente merece la pena visitar en la zona. Sin embargo, si tienes pocos días y el castillo de Himeji también está en tus planes, entonces no es necesario visitar éste en un viaje por Japón.


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