Hoi An y las ruinas de los templos de My Son

Hoi An, fue el centro del comercio internacional del sur de Vietnam durante los siglos XVI y XVII. Los barcos de mercancías extranjeros llegaban aquí en gran número durante las ferias de comercio anuales, y comerciantes japoneses, chinos, holandeses e indios establecieron sus negocios y sus propias residencias permanentes. Es Patrimonio de la Humanidad, y por diversas razones, afortunadamente ha permanecido intacta. Incluso fue respetada durante la guerra con los americanos por el buen entendimiento de ambos bandos.


Puente japonés cubierto. Hoi An. Mayo 2015

Llegamos sobre las siete y media de la mañana a Hoi An, después de doce horas de trayecto desde Na Trang, y siete más desde que salí del hostal de Dalat... agotador. Al bajar, como siempre, nos esperaban los empleados o dueños de hostales y hoteles. Los dos chavales de Singapur y yo nos fuimos en taxi con la dueña de uno de ellos, con buena pinta, barato y bien situado, y al final nos quedamos allí. Ellos prefirieron coger una habitación doble en lugar de compartir una triple, y yo opté por una cama en un dormitorio compartido, aunque acabé en una habitación de dos camas con otro chaval que no conocía y con el que apenas coincidí, por seis dólares la noche, con aire acondicionado y baño propio. El lugar se llama Golden River Hotel, está en la isla An Hoi, muy cerca de la ciudad antigua, y es muy recomendable. El personal también es muy amable, y te informan con detalle de todo lo que necesites. 

Me duché, me curé y desinfecté el pie, y salí a dar una vuelta por la ciudad antigua. Puedes pasear libremente, pero si quieres ver distintos edificios, se paga un billete de 120.000 dongs que incluye cinco entradas a utilizar en cualquiera de ellos, ya sean las casas de familias antiguas, casas comunales, museos o el puente japonés cubierto.

Estuve caminando por todo el casco antiguo, y gasté varios de ellas, pero me guardé uno para ver el taller de fabricación de artesanía y de interpretación de arte tradicional, y que fui a ver por la tarde aprovechando la representación que ofrecían entonces. En el pasado esta parte debía ser encantadora, pero ahora está muy desvirtuada por los negocios dirigidos al turista que había en prácticamente todas las casas antiguas. Y los precios... por una camiseta, que en una calle fuera del casco antiguo me pidieron 45.000 dongs, dos euros, allí el precio de salida fue de 450.000 dongs, como veinte euros. Al irme bajó a 400.000, un segundo después a 300.000. ¿Entendéis lo que os quiero decir?. Y me pasó lo mismo con otras cosas que me paré a mirar en otras tiendas. Es decir, no es muy recomendable comprar nada en esa zona.

Centro antiguo de Hoi An. Mayo 2015

Centro antiguo de Hoi An. Mayo 2015

Centro antiguo de Hoi An. Mayo 2015

Centro antiguo de Hoi An. Mayo 2015

Volví al hostal a comer y descansar, aunque tampoco pude dormir mucho, porque se desató una fuerte tormenta. También aproveché para volver a curarme el dedo del pie, y esta vez sí encontré la herida cuando corté algo más de uña que presionaba a la parte inflamada. Esperaba haber dado con el problema.

Aunque aún seguía lloviendo, ya con menos fuerza, me puse el chubasquero y fui a ver el espectáculo anteriormente comentado. Resultó curioso, porque representaban mediante canciones y bailes aspectos de su vida cotidiana o hechos históricos. Me tocó algo en la canción del bingo, no sé su nombre. Pero durante la tarde, fui a un supermercado a comprar agua y galletas, y la dependienta me preguntó que cuánto me había costado, que era bonito. Le expliqué cómo lo había conseguido y se lo regalé, porque no podía llevarlo en la mochila. Dicen que cuando haces feliz a una persona, tu felicidad viene de camino, y lo que me ocurrió esa tarde a partir de ese momento lo demuestra. 


Representación en el taller de fabricación de artesanía y de interpretación de arte tradicional. Centro antiguo de Hoi An. Mayo 2015

Después de tomar un café, volví a la agencia donde había preguntado por el tour a las ruinas de los templos de My Son un rato antes, para que me diese detalles, porque quería estar seguro de que el ahorro de cuatro dólares respecto al precio que tenían en el hotel no eliminaba algunas de las visitas. Y como llevaba el gorro del chubasquero puesto porque había comenzado a llover nuevamente, me equivoqué de calle. Al darme cuenta, retrocedí, y en ese momento me llamó un hombre, que estaba comiendo y tomando algo con otros dos hombres en el porche de su casa. Me invitaba a tomar la bebida que estaban consumiendo, y acepté. 

Me senté con ellos y me dieron una taza de dicha bebida, vino de arroz, que no me gustó mucho pero del que tomé varias tazas más según me las servían, y también algo de picar que estaban comiendo ellos y cuyo nombre no recuerdo. Lo que sí rechacé fue comer un diente de ajo con salsa picante, aunque me dijeron que era muy bueno para el estómago (y explosivo para la boca y garganta, pensé). Pese a que dos de ellos, hermanos, no sabían inglés, y el tercero, su vecino, prácticamente tampoco, nos fuimos entendiendo en la conversación, básica eso sí. Una situación extraña, agradable, y que habla muy bien de este tipo de gente. Finalmente, y aunque me seguían sirviendo vino, les dije que debía de irme, y les dí las gracias por su hospitalidad.


Vietnamitas que me invitaron a beber y comer con ellos. Centro antiguo de Hoi An. Mayo 2015

Pero allí no acabó mi buen destino de aquella tarde. Al volver al hotel, le comenté a la dueña que quería hacer el tour pero que lo había encontrado a seis dólares en lugar de diez. Me dijo que me ponía el mismo precio pero en otra compañía, donde la comida incluida no sería tan buena, y acepté. Durante la tarde, me informó sobre Danang y otros tours a otras partes del país. Después, ella y otros empleados se pusieron a cenar detrás de mi mientras yo buscaba hotel en Danang. Cuando terminaron, me dijo que si quería cenar, que era gratis, porque les había sobrado mucha comida a ellos. Acepté nuevamente (no quería ser irrespetuoso), me trajo un plato de arroz nuevo, y me hicieron una tortilla, creo que con algo de pescado dentro. Mientras cenaba, ella también picó, y hablamos durante un rato. Al final me dijo que había decidido meterme en el tour de más calidad, pero necesitaba el favor de que no comentara nada del precio con los cinco franceses con los que iría, porque ellos habían pagado doce dólares por persona.

No me cansaré de decirlo, a veces, las cosas, simplemente suceden, y aparecen delante de mí sin buscarlas. Luego me dí una vuelta por la ciudad, esperando que el paracetamol que me había tomado por el intenso dolor de cabeza que llevaba toda la tarde, hiciera efecto. Y, como no podía ser de otra forma, los restaurantes y pubs abarrotados de turistas y con la música a toda pastilla en un extremo de la pequeña isla, y los vietnamitas, en el opuesto. Cada vez me siento más a gusto con los locales y menos con los extranjeros fiesteros.


Los templos My Son


El tour a las ruinas de los templos My Son no fue muy bueno, desde mi punto de vista claro. No por la excursión en sí, donde el guía local que hablaba inglés fue excepcional, sino porque prácticamente no queda ningún templo en pie que merezca la pena ver. La mayor parte están derruidos a causa del bombardeo de los americanos durante la guerra, dado que allí se encontraba una base del Vietcom. En la actualidad hay en marcha numerosos trabajos de reconstrucción, y nueva financiación lista para ser utilizada en ese sentido, pero a día de hoy, y para ser honesto, no puedo recomendar esta visita, especialmente si ya has visitado Ayutthaya, Sokhothai o Angkor.

De hecho, y otra vez en mi opinión, lo mejor es el emplazamiento en sí, un valle rodeado de montañas llenas de exuberante vegetación. No obstante, la importancia histórica de este santuario está fuera de toda duda, pues llegó a ser el centro religioso e intelectual más importante del imperio Champa, y fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 1999. En cuanto a los trabajos de reconstrucción, sorprende especialmente los dedicados a las cabezas de las figuras, que fueron todas cortada y robadas por los franceses en el pasado, y que muchas de ellas pueden contemplarse actualmente en el museo Louvre de París. Al menos, así nos lo contó el guía.

Naturaleza en el emplazamiento de My Son. Alrededores de Hoi An. Mayo 2015

Ruinas de los templos de My Son. Alrededores de Hoi An. Mayo 2015

Cabezas reconstruidas en un templo de My Son. Alrededores de Hoi An. Mayo 2015

Templo reconstruido por personal de la universidad de Milán. My Son. Alrededores de Hoi An. Mayo 2015

En el barco de vuelta a Hoi An nos dieron una sencilla comida vegetariana, y posteriormente visitamos la aldea de carpinteros Kim Bong, cercana a la ciudad, donde quedé realmente sorprendido por el maravilloso y minucioso trabajo que realizaban estos artesanos.

Carpintero de la aldea Kim Bong. Alrededores de Hoi An. Mayo 2015

El pie seguía doliéndome, pero aún así, caminé desde el hotel hasta la estación de autobuses, a unos tres kilómetros de distancia, para coger un autobús local hacia Danang y ahorrarme más del triple del precio que me pedían en el primero. Concretamente, 30.000 dongs frente a 100.000. Hablé con el hombre que entregaba los billetes y recogía el dinero dentro del autobús para saber dónde pararía, y me comentó que me avisaría en la parada del mercado Han, en el centro de la ciudad y cerca del puente que debía cruzar para ir hasta uno de los hoteles que había visto previamente por internet. 

En resumen, la parte antigua de Hoi An invita a pasear tranquilamente por sus calles, que se llenan de luces por la noche. Es pequeña, y si vas ajustado de tiempo en tu viaje por Vietnam, un día es suficiente para verla. Si ya has visitado otros emplazamientos como Ayutthaya, Sokhothai o Angkor, el santuario de My Son defraudará tus inquietudes arqueológicas, por lo que no recomiendo su visita. 

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