Dalat, la París de Vietnam

Dalat, la pequeña París de Vietnam, la capital del amor y las lunas de miel, la ciudad de la eterna primavera. Para los turistas, sin embargo, supone el cambio a un clima moderado, incluso frío en las montañas, que te permite hacer actividades en la naturaleza sin morir deshidratado de calor en el intento.

Vistas de Dalat desde la casa loca. Mayo 2015

Al llegar a Dalat desde Mui Ne, decidí quedarme en el mismo hostal donde paró el autobús, en un dormitorio compartido de doce camas por cinco dólares la noche. Esa parte del hostal parecía totalmente nueva, incluido los muebles, las camas (con cortinas en todo el perímetro para evitar que te molesten) y colchones, el baño y la sala de estar que habían preparado sólo para esa zona. Se llama Dalat Central Hostel, cerca del mercado, y es muy recomendable. Además el personal es súper amable, y te brinda todo tipo de información.

Allí conocí a Alex, un inglés, y Constantine, un rumano, que viajaban juntos y que se habían conocido un año antes de Nueva Zelanda. Me fui con ellos a tomar algo y dar una vuelta por el mercado nocturno. Alex hacía algo que no me gustaba mucho, y era regatear el precio de ciertas cosas con los vendedores locales sin querer comprarlo en realidad, y además como vacilándolos, lo que me pareció una falta de respecto hacia ellos. También lo leí así en algunos blogs, no regatear si no piensas comprar. Lo mejor de esa primera noche, fue el clima fresco y lluvioso que me permitió tomarme un descanso respecto a la temperatura y humedad tropical vividas hasta el momento. 

Quedamos para hacer un trekking a la mañana siguiente, en la montaña Lang Biang, cerca de Dalat, y que cuenta con un pico de 2.167 metros. Me levanté temprano, como siempre, y me fui a desayunar tranquilamente y pasear un rato por el centro. Luego volví y esperé a que se levantasen, escribiendo un poco en el blog. La entrada se encuentra a unos doce kilómetros del centro de la ciudad. Preguntamos cómo ir en transporte público, y nos dijeron que debíamos coger un autobús cerca del mercado, al que tuvimos que esperar un rato. El trayecto costaba 12.000 dongs, y otros tantos a la vuelta.

La entrada costaba 10.000 dongs, y existía la posibilidad de contratar un vehículo hasta la cima, ya que el camino de subida estaba todo asfaltado, excepto cuando se dividía en dos, uno hacia un mirador-restaurante, hacia donde continuaba la carretera, y otro hacia la subida al pico. Nosotros fuimos andando. En esa bifurcación hay una caseta donde decidimos parar porque comenzó a llover. Mientras tanto, Constantine nos enseñó movimientos para estirar la espalda a la vez que fortaleces el core. Esto vino a raíz de hablar sobre que ambos nos levantábamos con dolor de espalda cada mañana, y que a él le había venido bien realizar dichos movimientos cada día.

Estuvimos más tiempo del que esperábamos, dado que la lluvia caía fuerte, aunque de vez en cuando vimos volver a algunas personas por el camino que llevaba al pico. Finalmente, y cuando parecía que la lluvia amainaba, salimos a conquistar el pico Lang Biang. El camino a veces se complicaba con zonas de piedras, y en el último tramo, donde la pendiente era considerable, había escalones artificiales. En mitad del trayecto empezó a llover nuevamente con mucha fuerza, y el último tramo, el de los escalones, se nos hizo muy duro, eterno, pero llegar se había convertido en algo personal. Fueron algo más de siete kilómetros desde el comienzo. Había rayos, y la cumbre estaba muy expuesta, por lo que nos quedamos únicamente unos segundos, suficientes para hacernos la foto. Con ese diluvio, poco más podíamos hacer allí. Ni siquiera podíamos ver nada debido a la niebla y nubes que rodeaban la cumbre. En esas condiciones, la bajada fue realmente peligrosa, y los escalones eran ya piscinas de agua y barro, en las que nuestras zapatillas se hundían una y otra vez hasta quedar empapadas. La lluvia era incluso más abundante en esos momentos, por lo que descendimos despacio. Total, ya estábamos empapados.


Alex y Constantine en la subida al pico de la montaña Lang Biang. Dalat. Mayo 2015

Pico de la montaña Lang Biang. Dalat. Mayo 2015

Vistas desde la montaña Lang Biang. Dalat. Mayo 2015

Pico de la montaña Lang Biang al fondo. Dalat. Mayo 2015

Al llegar nuevamente a la caseta, comimos y bebimos algo. Me quité las zapatillas y escurrí los calcetines, que estaban llenos de agua. Como había parado de llover, decidimos continuar hacia el otro mirador, a menos de dos kilómetros de distancia. Ya no volvió a llover, y aunque la niebla persistía arriba, pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares del valle y la ciudad de Dalat. La bajada la hicimos corriendo a ratos por el bosque, llegando a la entrada justo para coger el autobús de las 16:15. No encontré las estatuas de los eternos amantes, llamados Lang y Biang, cuya historia y leyenda da nombre a la montaña. Bueno, para ser sincero, no sabía que existía dicho monumento, pero igualmente no nos hubiéramos entretenido en buscarlo con el aguacero que nos cayó. 

Mirador de la montaña Lang Biang. Dalat. Mayo 2015

En el autobús de vuelta, Alex nos contó que su plan, después de volver por un tiempo a Inglaterra, era viajar hasta California, donde estaría trabajando en los campos de marihuana durante mes y medio para ganar unos seis mil dólares. Obviamente el negocio es ilegal, y necesitas un contacto para poder trabajar allí. Nos dijo que quizás fuese el último año para aprovechar esa oportunidad, puesto que se iba a votar próximamente la legalidad o no de la misma en dicho estado, y si el resultado era a favor, ya no lo pagarían tan bien. Sé que quizás no debería escribir sobre esto, pero me pareció sorprendente tener un caso tan cerca donde comprobar el dinero que puede llegar a mover la "droga". Al llegar, ellos se fueron directamente al hotel a ducharse, y yo, que estaba hambriento, a comer a un restaurante vegetariano que me recomendaron, y que resultó todo un acierto. Repetí en otras ocasiones. Terminé ese día con prácticamente veinte kilómetros recorridos.    

A la mañana siguiente desperté temprano, fui a comprar fruta para desayunar y decidí no esperar a los chicos a que despertaran para pasear y ver la ciudad. La otra opción hubiera sido alquilar una motocicleta e ir a ver algunas cascadas en los alrededores, pero el día pintaba lluvia nuevamente. 

Visité en primer lugar la catedral de Dalat, en donde comenzaba a celebrarse lo que entendí que era la comunión de los niños. No sabía que en Vietnam hay tantos católicos, aunque era algo que ya me comentó Jady en Ho Chi Minh City cuando visitamos su catedral. Luego fui a ver la casa loca, cuya entrada costó 40.000 dongs. Alex y Constantine me contaron por la tarde que ellos no llegaron a entrar por ese precio, dos dólares al cambio, y sin embargo, cada noche compraban un botella de licor raro porque necesitaban beber algo de alcohol... Hay cosas que no consigo entender de la gente. A mí me fascinó con sus laberínticos pasillos, y me recordó en parte a edificios de Gaudí, y en parte a los dormitorios de los hobbits. Desde sus zonas más alta, había buenas vistas de la ciudad. Como empezó a lloviznar, entré a una cafetería a tomar un delicioso café con leche condensada, y después visité el palacio de verano Bao Dai, por 20.000 dongs. Para entrar en el mismo, debes ponerte un cubre zapatos. En mi opinión, no merece mucho la pena, pero quizás tenga un simbolismo más importante o especial para los vietnamitas.


Niños entrando en la catedral para recibir la comunión. Dalat. Mayo 2015

Casa loca. Dalat. Mayo 2015

Vistas desde la casa loca. Dalat. Mayo 2015

Casa loca. Dalat. Mayo 2015

Como no quería repetir el camino a la vuelta, fui dando un rodeado hasta acabar perdido, no desorientado, pero sí perdido. Necesitaba encontrar una calle que figurase en el pequeño mapa de Dalat que me habían dado en el hostal, y fui caminando en la dirección correcta hasta dar con una de ellas. Me había ido más lejos de lo que pensaba. Aproveché para comer por allí en un local lleno de vietnamitas, lo que, como siempre, significó buena comida y buen precio.

Posteriormente recorrí el lago Xuan Huong por el lado este, hasta llegar al jardín de flores, en el que no pagué la entrada porque no había nadie del personal en la salida, o se despistó. Prometo que no hice nada extraño, simplemente pasar. De todas formas, con la de dinero que te sacan en estos países por cualquier tontería, o lo que pagas de más sólo por ser extranjero, no tuve ningún tipo de remordimiento. Es más, siempre que tuve la más mínima ocasión de dejar de pagar algo, lo hice. Por otra parte, dicho jardín no me pareció nada del otro mundo, a pesar de la fama que tiene en la ciudad.

Entrada al jardín de flores. Dalat. Mayo 2015

Después hice otra larga caminata desde allí hasta la pagoda Thién Vién Van Hanh, en un barrio más alto que el resto de la ciudad. En esa zona había muchos invernaderos de flores cubiertos de plásticos, al igual que en los alrededores de la ciudad. Al llegar a la pagada, me sorprendió el tamaño y la belleza del Buda situado al lado de la entrada. Tanto en el interior como en el exterior del templo encontré muchas figuras de dragones. Pero lo que me desconcertó fue ver una esvástica en algunas de las estatuas del templo, y no fue la única vez que la vi en Vietnam. Busqué algo de información al respecto, y encontré que es un símbolo sagrado para el hinduismo, budismo y otras religiones, y que es común verla en templos o casas en India o Indonesia. La palabra "esvástica" proviene del sánscrito "svastika", que significa buena fortuna o bienestar.

Pagoda Thien Vien Van Hanh. Dalat. Mayo 2015

Pagoda Thien Vien Van Hanh. Dalat. Mayo 2015

Esvástica en el pecho del niño Buda. Pagoda Thien Vien Van Hanh. Dalat. Mayo 2015

Me esperaba otra caminata hasta volver al hotel, aunque esa vez cuesta abajo. Haciendo cuentas aproximadas, acabé andando otros veinte kilómetros ese día. Sólo volví a salir del hostal para cenar algo. 

Alex y Constantine tomaban un autobús nocturno hacia Ho Chi Minh City, y yo decidí comprar un billete directamente hacia Hoi Ansin parar en Na Trang. Entre lo que había leído, y lo que me habían comentado Marc y Tania, no me apetecía perder días en playas llenas de turistas, especialmente rusos. La duración del viaje serían cuatro horas hasta Na Trang, parada durante unas horas y cambio a un autobús nocturno, y otras diez u once horas hasta Hoi An. El coste de ambos trayectos, 320.000 dongs, con recogida en el hostal. Me dijeron que me habían conseguido uno de los asientos más largos del vehículo.

Al día siguiente me levanté temprano para alquilar un motocicleta e ir a ver la cascada del elefante, Thac Voi, a unos treinta kilómetros de Dalat. El tiempo seguía estando regular, y me llegó a lloviznar durante el camino, pero nada importante. La carretera es la DT 725, y está después de atravesar el pueblo de nombre Nam Ban. La entrada fueron 10.000 dongs, y mereció la pena porque la catarata estaba espectacular, con mucha agua tras las lluvias de los días anteriores. Bajé hasta abajo, pero entre que las rocas estaban mojadas y resbaladizas, y que yo no llevaba puestas las zapatillas de trekking porque aún seguían mojadas desde la excursión a Lang Biang, resultaba del todo peligroso. De hecho, el violento caudal que llevaba la cascada y río me hicieron parar y no llegar hasta el punto con mejor fotografía, aunque me quedé muy cerca. También porque no había nadie más en la zona y no quería pasarme de intrépido. Al iniciar la subida, bajaban un grupo de cuatro asiáticos en sandalias, y les avisé de que la zona estaba peligrosa y que tuvieran cuidado.

Cascada del elefante. Alrededores de Dalat. Mayo 2015
Cascada del elefante. Alrededores de Dalat. Mayo 2015

Posteriormente visité la pagoda Chua Linh An, a sólo unos metros de la entrada a la cascada. Estaba llena de gente, había algún tipo de celebración religiosa.            

Pagoda Chua Linh An. Alrededores de Dalat. Mayo 2015
             
Por último, de vuelta a Dalat, me paré en la famosa plantación de café de la zona, y probé la variedad weasel, el que dicen que es el café más caro del mundo. Lo tomé con leche, y estaba muy bueno, aunque creo que no supe apreciar del todo su excelencia. Quizás alguien a quien le guste beber café solo sí lo sepa diferenciar. Por eso decidí, meses después, no probar la variedad luwak en Yogyakarta, Indonesia. También tenían las variedades arábica y robusta, que ya encontré en The Bolaven Plateau, Pakse, Laos. Allí mismo vi cómo elaboraban tejidos y ropas con máquinas tradicionales. Seguí el viaje, y la niebla se había diluido lo suficiente como para permitirme ver el precioso paisaje de aquellas montañas y valles.
Plantaciones de café. Alrededores de Dalat. Mayo 2015

Elaboración de tejidos tradicionales. Alrededores de Dalat. Mayo 2015

Vistas de las montañas y valle desde la carretera. Alrededores de Dalat. Mayo 2015

El autobús salía a la una de la tarde de Dalat, y me dijeron que me recogerían entre las doce y doce y media, pero llegó antes, y me pilló aún terminando la mochila. Luego estuvo casi una hora recogiendo a los otros pasajeros, y muchos de ellos ya habían coincidido conmigo en la minivan desde Mui Ne a Dalat. Por último, antes de partir de la ciudad, paró en la oficina de la compañía, que resultó estar a menos de cinco minutos andando de mi hostal. Es decir, de habérmelo explicado bien, me podría haber ahorrado una hora de viaje por la ciudad. 

Al menos el autobús era mucho más cómodo que el de Mui Ne, hasta que se sentó mi compañera de viaje al lado, un chica australiana bastante gordita, que ocupaba parte de mi asiento. Siento decirlo así, pero estas personas deberían comprar dos asientos, o que las compañías le obligasen a ello, porque el resto no tenemos culpa de su estado físico, pero lo sufrimos en estas ocasiones. No obstante, durante el trayecto estuve hablando más con Melvyn y Jerome, dos chavales de Singapur, que fueron los segundos en ser recogidos y también llegaron conmigo en el mismo autobús desde Mui Ne. Lo mejor de ese trayecto fueron los paisajes, las montañas, los valles... impresionantes. Si alguna vez vuelvo a Vietnam, tengo muy claro que este viaje lo haré tranquilamente en moto. 

Llegamos a Na Trang antes de las cinco de la tarde, y hasta las siete no salía el siguiente autobús. Así que Melvyn, Jerome y yo fuimos a ver la playa y a cenar algo, y me sentí feliz por haber elegido no pasar allí ninguna noche, porque parecía una ciudad únicamente de playa, sin ningún otro interés. El autobús llegó con treinta minutos de retraso, y con prisas, por lo que no miraron los billetes y, con ello, los números de asientos. En Dalat me dijeron que tenía uno de los de atrás, y sin embargo, me dieron uno de los de la fila de en medio, arriba. Aunque quizás resultase mejor, porque los de atrás no tenían más opción que estar tumbados todo el tiempo, e iban cinco muy pegados. A pesar de que el espacio era mucho más pequeño que los otros dos autobuses anteriores, podía sacar las piernas por los laterales y dejarlas literalmente colgando, aunque sin manta, lo que al final resultaba un problema por el empeño de poner el aire a tope. Otra diferencia con los anteriores autobuses fue que la mayoría éramos turistas, dejando mochilas por los pasillos, hablando y riendo más alto a pesar de ser un autobús nocturno, y dejando basura por el pasillo.

Poco después de arrancar, paramos durante media hora, y el conductor y su segundo empezaron a sacar todas las mochilas grandes del maletero del autobús y meterlas dentro, tiradas en los dos pasillos. Pregunté pero no me dijeron la razón. Evidentemente no pude pegar ojo en toda la noche, no sólo por la estrechez, sino porque la carretera estaba muy bacheada, y los conductores van pegando pitidos constantemente, especialmente a las motocicletas que se cruzan, por lo que, hasta las horas centrales de la noche, tampoco se puede dormir por esto. Adicionalmente, empecé a sentir dolor en el dedo gordo del pie derecho. Me había cortado parte de la uña el día anterior porque se me estaba clavando, y parecía que la arena de la playa me había hecho más mal que bien.

En resumen, Dalat supuso un cambio respecto a lo visto anteriormente en Vietnam, no sólo por el clima, sino también por la variedad de actividades en la naturaleza que te brindan las montañas que la rodean. Numerosas cataratas pueden encontrarse en sus alrededores, al igual que uno de las mejores variedades de café del mundo. Me quedé tres días pero no me hubiera importado quedarme algo más. Sin duda, una visita muy recomendada. 

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